Carlos Salinas de Gortari.

(Ciudad de México, 1948) Político mexicano, presidente de la República entre 1988 y 1994. Hijo del senador y secretario de Estado Raúl Salinas Lozano, que fue Ministro de Industria y Comercio de su país, y de Margarita de Gortari, presidenta y fundadora de la Asociación de Mujeres Economistas de México, Carlos Salinas de Gortari se licenció en Economía por la Universidad Autónoma de México en 1969 y completó su formación en Harvard con un doctorado en Economía Política y Gobierno.
En política interior, su gestión estuvo marcada por el amplio programa de privatización de empresas públicas que reportó a las arcas estatales unos ingresos de 13.000 millones de dólares, la reforma educativa, la devaluación del peso para contener la inflación y la reducción de la deuda externa. 
Salinas también comprometió su mandato al ejercicio de una profunda reforma en su partido y, en el último año de su presidencia, tuvo que hacer frente a una insurrección armada en el estado de Chiapas.
El 1 de enero de 1994, el movimiento indigenista y campesino autodenominado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se levantó en armas contra el Gobierno de México en protesta por la política neoliberal del presidente Salinas y, durante varios días, la revuelta fue duramente reprimida por el Ejército.
 El clima de violencia y las críticas, internas y externas, que recibió el Ejecutivo por la contestación militar a las reivindicaciones campesinas colocaron al Gobierno en una crítica situación que el presidente trató de resolver con el anuncio del alto el fuego y la tramitación de una Ley de Amnistía para los involucrados en la revuelta.
La presidencia de Carlos Salinas (1988-1994) entrañó para México una transformación radical en varios terrenos. En el económico y comercial, las reformas estructurales y constitucionales, la privatización general de las empresas públicas, la supresión de la reforma agraria heredada de la Revolución y la creación del TLCAN abundaron en una modernización de corte liberal, mudanzas que junto con otras reformas de calado en el sistema político coadyuvaron, paradójicamente, al final de la larga supremacía de su partido, el Revolucionario Institucional (PRI). 
El reguero de conmociones sufridas en el último año, con el alzamiento zapatista en Chiapas, dos magnicidios de dirigentes priístas y la descomunal crisis financiera que le estalló ya a su sucesor, Ernesto Zedillo, y que arruinó los cacareados logros macroeconómicos del sexenio y empobreció a la población, malparó la reputación de Salinas, que optó por expatriarse.

En el sexenio de Salinas se dieron avances reales: la obligatoriedad de la enseñanza secundaria, nuevos planes de estudio y nuevos libros de texto, así como la nueva Ley General de Educación y las reformas del Art. 3· de la Constitución. De especial trascendencia potencial fueron los avances en la descentralización educativa: en mayo de 1992, con Ernesto Zedillo al frente de la SEP, se logró el consenso necesario para que los 31 gobernadores de los estados de la República y el poderoso Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) firmaran con el gobierno federal el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica y Normal (ANMEB), con cuya base el gobierno federal transfirió a los estados el manejo y control de sus respectivos sistemas educativos en los niveles de educación básica y normal. 
Pese a estos avances, es cierto que las políticas educativas del sexenio salinista no resolvieron los viejos problemas educativos, como los de calidad y equidad; los defectos estructurales del sistema, en especial la imbricación del sindicato y las autoridades en la toma de decisiones, siguieron intactos.
Señalar las limitaciones de las políticas del sexenio 89-94 no implica compartir las críticas que las descalifican de manera absoluta como neoliberales; contra la idea de que se pretendía privatizar la educación, el sexenio salinista aprovechó la espectacular recuperación económica de la primera mitad de los 90 para incrementar en forma notable la cantidad de recursos públicos destinados a la educación, sobre todo mediante una importante recuperación de los salarios del magisterio. El gasto público en educación llegó, en 1994, a 5.7% del PIB, frente al 3.56% de 1989 (SEP, 1996: 165).
En el mismo sentido, conviene recordar también que al día siguiente de la firma del Acuerdo para la Modernización, en mayo de 1992, Carlos Salinas anunció el inicio de un importante programa compensatorio, que fue seguido después por otros similares: el Programa de Apoyo al Rezago Escolar. El PARE fue financiado con recursos del Banco Mundial y estuvo dirigido a los cuatro estados más pobres del país, en una clara señal de que la descentralización no implicaba abandonar a su suerte a las entidades más pobres, y de que la modernización, criticada frecuentemente con la etiqueta de neoliberal, no era en realidad incompatible con una preocupación por la equidad, valor que en la Ley General de Educación de 1993 ocupó un lugar destacado, sin precedentes en la legislación educativa nacional.
Durante el gobierno del Lic. Carlos Salinas se realizó las siguientes acciones educativas:
 Una reforma curricular de los Planes y Programas de Primaria y Secundaria (1993). y como consecuencia de esta acción se elaboraron nuevos libros de texto. Con esta acción se estructuran las asignaturas y se dejan atrás las materias por áreas.
 La creación de la nueva Ley General de Educación y las reformas del Art. 3· de la Constitución, en donde se señaló la obligatoriedad de la enseñanza secundaria.
 Se realizaron avances en la descentralización educativa, para lo cual los gobernadores de los entidades federativas de la República Mexicana y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) firmaron con el gobierno federal el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica y Normal (ANMEB), para lo cual el gobierno federal transfirió a los estados el manejo y control de sus respectivos sistemas educativos en los niveles de educación básica y normal.
 Se llevó a cabo el Programa de Apoyo al Rezago Escolar (PARE) en las entidades federativas más pobres del país.
 Se creó la Coordinación Nacional para la Planeación de la Educación Superior (CONPES) y en 1989 la Comisión Nacional de Evaluación de la Educación Superior (CONAEVA), la cual fomenta la autoevaluación y la evaluación externa de las instituciones que conforman el subsistema de educación superior.
 En el año de 1991 se crearon los Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la Educación Superior (CIEES), destinados a realizar la evaluación diagnóstica de programas académicos, así como de las funciones de administración y gestión, de difusión y extensión de la cultura de las instituciones de educación superior.
 En 1994, se puso en marcha el Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior, A.C. (Ceneval), para evaluar a los alumnos egresados de la educación básica, a los que terminan la educación media superior y acceden a la superior y a los egresados de más de una veintena de licenciaturas.
 Surgió el Programa para el Mejoramiento del Profesorado (PROMEP), eje de la nueva política nacional de educación superior.
 Se implementó el programa de carrera magisterial.
 Se realizaron acciones para modernizar el nivel educativo superior. Se encauzó la demanda del nivel educativo superior a la modalidad técnica, creándose universidades tecnológicas y universidades particulares.

Sin embargo, estas acciones no resolvieron los viejos problemas educativos, como los de calidad y equidad; los defectos estructurales del sistema, en especial la imbricación del sindicato y las autoridades en la toma de decisiones.
Durante este sexenio, la educación estuvo orientada por el Acuerdo para la Modernización de la Educación Básica.
 Programa que expresó una política para modernizar el Sistema Educativo Nacional, para lo cual se pretendía la formación y actualización de los profesores, enfocarse a la educación de los adultos, el desarrollo e investigación científica y tecnológica y la capacitación del trabajo entre otras cosas. También señala el reconsiderar los contenidos teóricos y prácticos para dejar a un lado los contenidos informativos que conllevan a aprendizajes memorísticos.

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